Un buen día la alcaldía le encargó un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo al taller el bloque gigante de granito. El escultor empezó a trabajarlo, subido a una escalera, a golpes de martillo y cincel. Los niños lo miraban hacer.
Entonces los niños partieron, de vacaciones, rumbo a las montañas o el mar. Cuando regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado. Y uno de los niños, con los ojos muy abiertos le preguntó:
-Pero... ¿Cómo sabías que adentro de aquella piedra había un caballo?
Eduardo Galeano
1 comentario:
Hace unos meses en clase, me contaron esta historia, y me hizo pensar.
A veces un punto de vista tan sencillo, e incluso ingenuo, es lo que necesitamos. Nos complicamos demasiado la vida dándole vueltas a todo.
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